Antes de convertirse en un ídolo culé
y en un confeso antimadridista, comenzó su andadura en 1981, en las filas de un
club bastante humilde de su país natal. Tal equipo era el Maritza Plovdiv, donde
solo jugaría una temporada. Al año siguiente fichó por el Zhevros Jarmanli, equipo
de cierta entidad donde realmente destacó, llamando la atención de uno de los
equipos más fuertes de Bulgaria, el CSKA Sofía. No se equivocaron con su fichaje, ya que allí
ganó tres ligas y 4 copas de Bulgaria.
No obstante, como suele pasar, no
fueron capaces de retener la tremenda proyección de la perla búlgara, y en 1990
fue requerido por los servicios del F.C Barcelona, que lo recibió con
grandes expectativas de éxito. No tardó en convencer a directivos y aficionados
de lo acertado de su llegada. Prácticamente desde el principio, comenzó participando
activamente en el juego del equipo. Su peso era clave en la conformación del Dream
Team, y en los puestos ofensivos era un auténtico fijo. Gozaba de una gran técnica que le permitía realizar pases muy precisos y
la agresividad necesaria para no perder el ritmo en los noventa minutos
de juego. Sin embargo, su temperamento imprevisible le jugaba a menudo
malas pasadas. En el recuerdo permanecen sus pisotones, insultos y
escupitajos. Hechos que no merman para nada sus grandes registros
goleadores y asistencias. En el club de
la ciudad condal ganó 4 ligas consecutivas, 4 supercopas de España, 2 Copas del
Rey, 1 recopa de Europa, 2 Supercopas de Europa y como no, la Copa de Europa de
1992, en la que cuajó actuaciones de gran importancia. Su palmarés, a la vista
está, lo convierte en uno de los jugadores blaugranas más importantes de la
historia.
En el Barça estuvo presente en dos etapas,
puesto que en 1995 recaló una temporada en el Parma. Un año más tarde volvería
a Barcelona, pero su punto álgido ya había pasado. Tras su vuelta a Bulgaria
con el CSKA Sofía en 1998, siguieron unos años en los que el jugador se olvidó
de la alta competición. El Al Nasr de Arabia Saudita, el Kashiwa
Reysol japonés, el Chicago Fire y el D.C.
United de Estados Unidos fueron sus siguientes destinos, siendo este
último el club donde terminaría colgando las botas en el año 2004.
Si su palmarés colectivo es
sorprendente, sus condecoraciones individuales no le van a la zaga. Fue
galardonado con la Bota de oro en 1990, compartida con Hugo Sanchez, Balon de
oro en 1994 y segundo clasificado como mejor jugador del mundo por la FIFA en
1995. Con su país brilló precisamente
cuando mejor estaba, en el mundial de 1994, donde alcanzó las
semifinales y protagonizó junto a sus compatriotas grandes partidos. Su relación
con la selección absoluta se mantuvo a lo largo de 17 temporadas.
Por otra parte, su carrera como entrenador deja
mucho que desear. El búlgaro acumula fracasos y decepciones desde que comenzó entrenando
en 2004 a su combinado nacional. Sus desavenencias con los jugadores (como fue el caso de Stillian Petrov) y
los irregulares resultados, motivaron su salida por la puerta de atrás. Con el Celta
tampoco tuvo fortuna. Llegó con el equipo sumido en posiciones de descenso y no pudo
reflotar la nave viguesa que le había cedido Fernando Vásquez. Con el objetivo
sin cumplir, el técnico dimitió del cargo en 2007. Tras ello, su carrera
prosiguió por los mismos cauces. Estancias cortas y dimisiones voluntarias que
dejan claro que lo suyo no es entrenar.
De este increible jugador nos quedamos con sus mejores años en el Camp Nou, deleitando a propios y a extraños con su caracter ganador y esa garra que lo caracterizaba, mas allá de su exquisita habilidad con el esférico y sus pases al hueco.
Riddler
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