Pero no es cuestión de adentrarse mucho en los detalles futbolísticos del partido, pues no los hubo.
El Barcelona recuperó su fútbol rápido de antaño en algunos momentos, pero en pocos. Su partido fue muy plano, con fútbol muy previsible y lento frente a un Atlético de Madrid excelentemente plantado sobre el terreno de juego. El partido fue igualado porque el Atético supo llevar el juego a su estilo (pobre, pero a fin de cuentas en los últimos años ha servido para ganar a varios equipos -desde la Grecia de la Euro 2004 hasta el Chelsea de los últimos años-), y fue así como consiguió mantenerse con posibilidades los 180 minutos de la eliminatoria, ante un equipo -según plantilla y palmarés- superior. El equipo colchonero ha llegado a convertise en un equipo grande gracias a su perfección a la hora de jugar finales, puesto que casi nunca pierde una, por mucha entidad que tenga el rival al que se enfrente.
Y es que el BarÇa jugó desdibujado por varios motivos:
En primer lugar, por la excelente colocación defensiva entrenada y planteada por Simeone. Hubo durante el partido multitud de situaciones de 3 contra 1 planteadas por los atléticos, lo cual dejaba siempre en desventaja a los blaugranas, que fueron incapaces de sacar provecho con aquellos jugadores que se quedaban libres en dichas situaciones.
En segundo lugar, por la falta de tensión de los jugadores del equipo de la capital catalana, que aún se encuentran en pretemporada, puesto que empezaron su preparación en agosto, y se vio cortada por los partidos amistosos de las selecciones nacionales (partidos soberanamente estúpidos que solo benefician a las arcas de algunas federaciones nacionales de fútbol). Asimismo debemos añadirle el elemento motivacional que ha sabido imprimir el Cholo en sus pupilos y que aún no consigue inculcat el Tata en los suyos.
El tercer y último motivo, el árbitro. Al igual que el otro día escribíamos en este mismo blog sobre Mateu Lahoz (http://mundoenunbalon.blogspot.com/2013/08/los-arbitros-y-sus-criterios.html?spref=tw …), hoy toca hablar sobre Fernández Borbalán por motivos similares. En un tweet de hace unos días se podía leer: "Mateu no es que deje jugar, sino que deja que los jugadores peguen libremente". Y así fue como el Atlético sacó ayer del partido a los jugadores del Barcelona y les minó la moral. Un equipo, el madrileño, que dio a diestro y siniestro sin que se les pararan los pies por parte del colegiado del encuentro. Por 24 faltas (que pudieron ser más) del Atlético, únicamente recibió 4 amarillas y dos rojas, mientras que los catalanes, por 11 faltas recibieron 3 amarillas. Sin embargo, las rojas de los colchoneros llegaron finalizando el encuentro, y una de ellas fue a un jugador del banquillo. También el Atlético se siente "robado", pues los últimos diez minutos de partido fueron dignos de "camarote de los Hermanos Marx". De hacer del final del partido una obra hilarante se encargó Fernández Borbalán
Pero lo importante no son las tarjetas y faltas que reciban uno u otro (si bien son relevantes), sino la falta de criterio que muestran los árbitros y que repercuten en los jugadores. Se debería exigir a los trencillas que establezcan un reglamento el cual cumplan objetivamente. Actualmente hay colegiados que salen a los terrenos de juego a verlas venir, puesto que muchos partidos les quedan grandes. A la hora de impartir justicia se debe ser objetivo, y no arbitrar dedicándose a compensar en función de lo que se señaló en la jugada anterior. La objetividad, eso es lo que falta a los colegiados españoles de fútbol.
En definitiva, el Barcelona ganó el título, pero su juego no fue merecedor de este. No fue superior en ningún momento a un Atlético que supo ponerle contra las cuerdas basándose en los tres puntos anteriores.
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